domingo, 10 de agosto de 2014

Una muy buena experiencia couchsurfing en Río.


Mi tercera aventura Couchsurfing, fue en río de Janeiro, de la mano de Sergio lobato, un hombre al que difícilmente podré olvidar.

Mis primeros días en esa hermosa ciudad  habían sido un poco confusos, primero pasé un par de noches durmiendo en el coche que había alquilado, ya que los precios de las habitaciones debido a la final de la world cup no me permitió encontrar un alojamiento a un precio digno. Pasados dos días en los que mi espalda se empezaba a resentir y mi cuerpo me pedía a gritos una buena ducha no tuve más remedio que contactar a través de airbnb con un chico que me prestó un pequeño apartamento en el barrio de Lapa, un barrio con mucho un ritmo frenético, especialmente durante la noche. Tras pasar un día ahí y con la intención de quedarme solo hasta que encontrara algo mejor, recibí un mensaje de un chico a través de couchsurfing en el que me preguntaba si disponía de habitación. Como era la primera vez que se ponían en contacto conmigo sin que yo lo hiciera antes pensé que lo que quería era que lo acogiera en Barcelona, pero más tarde entendí que lo que realmente estaba haciendo era ofrecerme una habitación en su piso de Río algo que me sorprendió muy gratamente, sorpresa que fue creciendo a medida que fui leyendo cada una de las valoraciones que la gente le había ido dejando. Parecía que iba a ser una experiencia increíble pero no sabía que la realidad iba a superar con creces todas mis expectativas.

No me costó llegar mucho a la dirección que me había facilitado, puse la dirección en Google Maps y al rato ya tenía el coche aparcado en la puerta. En cuanto subí al tercer piso y piqué al timbre, allí estaba él con una sonrisa de oreja a oreja, como si de un viejo amigo al que volvía a ver después de mucho tiempo se tratara. Nos dimos un abrazo y me invito a sentarme en el sofá después de despojarme de mi pesada mochila. Nada más entrar, quedé absorbido por la calidez del lugar. Decenas de pequeños objetos colgados a la pared, en estanterías, aprovechando cualquier rincón, te envolvían por completo. Objetos con vida propia y una historia detrás de cada uno de ellos. No tuve mucho tiempo de observarlos con detenimiento porque en seguida empezamos a hablar. Nos presentamos, y las palabras empezaron a fluir. Fundamentalmente empezó a hablar él, yo estaba tan metido en la conversación que apenas podía articular palabra. Sólo me limitaba a asentir y escuchar. La historia personal de este hombre emociona, literalmente consigue poner los pelos de punta cuando la escuchas, es una historia llena de vida y profundamente inspiradora. Una ejemplo de superación personal, de lucha y optimismo.

Estar con Sergio fue una experiencia increíble e inolvidable. Cuando uno viaja solo a un lugar lejano durante un periodo de tiempo largo en muchas ocasiones echa en falta el cariño de los suyos. Durante los 4 días y noches que pasé en su casa nunca tuve esa sensación. Él fue, durante esos 4 días, como el padre que siempre hubiera deseado tener. Alguien que te levanta y te prepara el desayuno y mientras tanto tiene tiempo para contarte alguna historia graciosa, alguien que se ríe de sí mismo y hace reír a los demás. Alguien que te pregunta como te ha ido el día. Lo más grande de todo esto es que ese alguien lo haga sin esperar nada a cambio, que ese alguien lo haga con una persona  que acaba de conocer hace apenas unas horas y se preocupé de ella. Más allá de que me brindara un lugar donde dormir, más allá de haber podido descubrir muchos de los sabores de Brasil desde el interior de un hogar local, está el cariño y dedicación con el que hacia todo, el esmero e ilusión que ponía. En mi recuerdo siempre quedarán las historias sobre los ingredientes que utilizaba, donde los conseguía y las mil y una peripecias que había llegado a hacer para conseguirlos.

Siempre tuve la impresión que para él, cocinar para los demás era una forma de agradecer al mundo el haberle brindado una segunda oportunidad, un segundo nacimiento, una segunda vida. Era una razón más para seguir luchando y continuar comiendo bien, para seguir reeducandose a sí mismo y a los demás. A través de sus platos, quizás sin darse cuenta, transmitía mensajes llenos de vida, probablemente los mismos mensajes que a él le hubiera gustado recibir de su padre cuando aún era un adolescente. Con ellos pretendía que otros no cometieran el mismo error que él un día si cometió.

En muy poco tiempo me consiguió dar una lección de valores como altruismo, generosidad, alegría, amor propio, amor por los demás, superación, lucha, ilusión, curiosidad y cariño. Ahora solo me queda agradecerle lo bien que se portó conmigo y lo mucho que con su historia personal y palabras me ayudó.