miércoles, 25 de julio de 2012

La suerte no es Buena Suerte.

Hace unos días dije algo que pensaba y sigo pensando. La suerte no existe, todo depende de uno mismo. Quizás me faltó puntualizar que me estaba refiriendo a la Buena Suerte. La suerte, a secas, no depende de ti. La Buena Suerte, sólo depende de ti. Esta última es la verdadera. La primera es algo así como un falso espejismo, algo que es pasajero. Muchos la esperan durante toda su vida y cuando al fin parece que les ha llegado, desaparece muy rápido. La Buena Suerte, aquella que te acompaña cuando crees en algo, es la que aparece justo antes de darlo todo por perdido tras aferrarte a la ultima rama de esperanza. Esa suerte me acompañó hoy como lo ha hecho en otras ocasiones. Pero para que la buena suerte te acompañe tienes que salir a buscarla, la buena suerte es sinónimo de acción, sinónimo de actividad.


Hoy no era un día cualquiera. Hoy me he despedido de la ciudad que me ha acogido y querido durante los dos últimos años de mi vida, donde he conocido a tan buenas y bellas personas, ciudad que me ha regalado un idioma nuevo e infinitos buenos recuerdos y momentos inolvidables. Paris siempre formará parte de mi, siempre será una ciudad a la que miraré con nostalgia. Pero no podemos vivir anclados en lo que ya forma parte del pasado. Era tiempo para un cambio, de ciclo, de ritmo, como un ciclista que sale del pelotón para aventurarse en solitario. Era hora de dar el siguiente paso. Afronto esta nueva etapa con ganas e ilusión, justo lo que necesito para que la buena suerte me este esperando.


La cosa ha empezado como siempre, apurando. Me he levantado tarde, he desayunado tarde, y por supuesto he llegado al aeropuerto tarde. Ahora que lo pienso hace tiempo que no pierdo un vuelo y eso es raro en mi, muy raro. No recuerdo todos los vuelos que por alguna u otra razón habré perdido en mi vida pero no me alcanzaría a contarlos con los dedos de las manos. Si que recuerdo bien el primero que perdí. Era un crío aún, viajábamos a Valladolid al pueblo de mis abuelos y era el cumpleaños de mi hermana menor. Mi padre aun siendo consciente de que llegábamos con el tiempo justo decidió jugársela y parar en un centro comercial, y regalarle a la niña unos patines en línea. Ese capricho nos costó 5 billetes. Ese día lo tendré siempre grabado en mi memoria. En cuanto a tomar aviones se refiere, si bien la puntualidad no es mi fuerte, me resulta absolutamente imposible ser puntual. No recuerdo haber llegado a un aeropuerto con una hora de antelación, haberme sentado tranquilamente a observar pasajeros yendo y viniendo o a recorrer las tiendas del aeropuerto.


Cuando el tiempo corre en tu contra, cuando los segundos cuentan eres consciente de que cualquier error se paga caro . Hoy me ha traicionando mi propio yo. He llegado 35 minutos antes de la salida del vuelo al aeropuerto, y aun me quedaban 5 para que me dejaran entrar. Ningún problema hasta aquí, salvo por un pequeño detalle: iba con dos bultos de mano pudiendo llevar solo uno, con la mala fortuna que hoy estaban controlando los equipajes antes del control de seguridad. Lógicamente la técnica del duty-free ( los que no sepan de que va esto, en el post anterior lo explico) no me iba a funcionar así que no me quedaba más remedio que buscar una solución alternativa. Tenía cinco minutos para encontrarla pero no he sido lo suficientemente rápido y para cuando la he encontrado era demasiado tarde. Quedaban 28 minutos para que saliera el avión, suficiente para que me hayan denegado el embarque. Seguramente alguien se ha preguntado alguna vez como se las ingenian las compañías low cost para obtener beneficios con unas tarifas tan ajustadas. Pues bien, muy simple, con primos como yo. La misma persona con cara de perro que me ha denegado el embarque me ha explicado que en estos casos hay que esperar el siguiente avión, y pagar un billete nuevo. Quizás tiempo atrás ni hubiera dudado, habría preguntado cual era el próximo vuelo, habría esperado como buen ciudadano mi turno en la cola, habría desembolsado la cantidad indecente que me hubieran pedido, y hubiera tomado el siguiente vuelo. Pero hoy no me apetecía esperar al siguiente vuelo, ni pagar un billete extra, ni esperar en ninguna cola. Por eso me he jugado algo más que un simple reproche y he seguido a mi instinto. Después de dos minutos de observación delante de los mostradores de facturación y de los controles de seguridad lo he visto claro, seguro que había una forma de subir al avión, aún tenía que agotar todas las posibilidades. Y así es como primero me he dirigido a la puerta de llegadas, por donde me he colado aprovechando que alguien salía y con toda la naturalidad he ido caminado por el interior, para mi sorpresa sin cruzarme a nadie, ni pasajeros ni agentes de seguridad. Después de dejar atrás las cintas de recogida de equipajes y una pequeña sala, ahí estaba, había encontrado la última puerta que daba acceso a la pista de aterrizaje. Justo delante mío se erguía el avión que debía tomar, majestuoso. La gente estaba subiendo, y ya no quedaban muchos por hacerlo. No tenia tiempo. Tenia que abrir la puerta y caminar tranquilamente hasta incorporarme al resto de pasajeros. Estaba a un paso de hacerlo, de lograrlo. A la derecha de esa bella puerta de cristal, cerrada a cal y canto y con mil advertencias en caso de apertura habían dos interruptores: uno rojo de emergencia y uno verde de desbloqueo de puertas. Por un momento pensé que al pulsar el botón verde saltarían todas las alarmas, que vendría el mismísimo ejercito a detenerme. Pero no fue así, la puerta se desbloqueó, y al hacerlo pude sentir como una brisa de aire caliente del exterior se filtraba y con ella también lo hacia mi libertad. Empecé a caminar sin mirar a ningún lado, sólo al frente, a esa fila de últimos pasajeros que estaban esperando para subir al avión. La distancia era de apenas 5 o 10 metros pero se me hizo eterna, como si estuviera en una maratón en medio del desierto. Mi subconsciente estaba esperando recibir una voz ordenándome que me detuviera, o ver un coche de seguridad detenerse delante mío, o escuchar alguna señal de alarma, pero nada de eso ocurrió. Fruto de la intensidad del momento me uní amigablemente a la conversación de dos jóvenes. Discutimos durante unos segundos sobre un vino que acababan de comprar, tiempo suficiente para alcanzar las escalerillas y empezar a subir escalones. Cada vez que subía alguno cada vez tenia mas confianza en mi mismo, veía la situación mas controlada. Y segundos más tarde ahí estaba yo, ocupando la plaza 18 F. Saqué la botella de agua que nadie me había requisado y empecé a desear con todas mis fuerzas que se cerraran las puertas de la aeronave, que el capitán diera a las azafatas la orden de tomar sus asientos. Instantes después estaba ya volando escribiendo estas líneas.


Todo el viaje fui tranquilo, pero no se porque minutos antes de aterrizar en Polonia tuve el presentimiento de que aún no estaba todo controlado. Lo que vieron mis ojos cuando salí por la puerta delantera del avión no era muy alentador y confirmaron mis peores presagios. Dos agentes de policía polacos observaban detenidamente a todo el pasaje. Me apresuré a entrar en el autobús queriendo pensar que todo iba bien pero una vez en el control de aduanas efectivamente vi claramente que estaban comprobando persona por persona todo el avión . Algo no iba bien. Evidentemente yo no estaba en la lista así que una vez me tocara mi turno iban a surgir problemas. Nunca sabré si ese control era rutinario o realmente se dieron cuenta de que algo no cuadraba. Me costó lo mío convencer a cinco policías con cara de pocos amigos de que mi ausencia en la lista se debía a un error de ellos no mío. Tras retenerme medi hora, comprobar de arriba a abajo mi equipaje y ver que no era un tipo peligroso me dejaron ir.


Lo había logrado, me había topado con la buena suerte que necesitaba para que todo saliera bien. También he podido comprobar por enésima vez que la seguridad en los aeropuertos Europeos es una broma, hoy podría haber subido con una pistola al avión y nadie me lo hubiera impedido. Creo que mis reservas de adrenalina están cubiertas de sobras hasta el próximo día 15.

domingo, 15 de julio de 2012

La carrera de la rata

Cada día me doy más cuenta que aún existen muchas personas que optan por participar en la “carrera de la rata”. Para quien no sepa de que va todo esto, el término se refiere a los roedores que encerrados en jaulas corren en un rueda sin fin en la que quedan atrapados y es un símil a la realidad existente en la sociedad actual. Esta carrera hacia ninguna parte simboliza los esfuerzos realizados por la mayoría desde que empiezan a trabajar hasta que se jubilan sin obtener recompensa alguna. Hablo de todos aquellos que tratan de conseguir un título universitario o de posgrado, influenciados, movidos por la creencia de que esto les garantizará un trabajo bien remunerado y bien visto socialmente y una vez lo consiguen quedan condenados hasta la jubilación.

 La mayoría de gente desde que nace actúa por influencia. Actúan según unos principios morales establecidos popularmente. Desde pequeños están bajo la influencia del: obtén las mejores notas, y obtendrás el mejor trabajo. Se les ha programado para actuar de la misma manera, para hacer las cosas que todo el mundo hace, para ir en manada en busca de una seguridad tal como hacen los animales en vez de aventurarse a buscar su propio camino. Esta es la historia de todos ellos.

El chico nace, y pronto va al colegio. Los padres muy orgullosos motivan a su hijo para que estudie, le hacen ver que su futuro es directamente proporcional a las calificaciones que obtenga en la escuela, a menudo dicen, si no sacas buenas notas no llegarás a ningún lado, hoy en día sin una carrera no eres nadie. Entonces el niño se esmera, se esfuerza por creer que su éxito depende de esas clases de física, matemáticas y literatura castellana. Los padres a su vez están entusiasmados porque el niño se destaca, logra calificaciones superiores al promedio, e ingresa a la universidad. Se gradúa, obtiene su primer titulo universitario, en muchos casos puede ser que curse un postgrado, o dos, o tres (últimamente a muchos les da por coleccionarlos) y luego hace todo tal como fuera programado: busca un empleo. Envía cientos de currículum aquí y allá y entonces espera sentado a que le llamen. Así es como el chico encuentra ese trabajo prometedor del que tanto le habían hablado sus padres. Y empieza a trabajar. Es alguien feliz, todos ellos son personas felices. Tienen un sueldo a fin de mes, unas vacaciones pagadas 30 días al año, se sienten afortunados, tienen trabajo. La gente de su alrededor suele felicitarles, generalmente se escuchan frases como: que suerte tienes o menos mal que has encontrado trabajo. Y ellos se lo creen ya que si todo el mundo dice lo mismo, tiene que ser cierto.

Su semana laboral se basa en una rutina, llana y sin sobresaltos. Se levantan cada día a la misma hora, toman el mismo autobús y ya en la oficina les esperan las mismas caras, las mismas conversaciones en las que lo único que cambia es el la temperatura del día. Pero son felices, se sienten seguros. Su sueldo les espera a fin de mes. Trabajan duro porque son adictos a un salario mensual. Algunos se dicen a si mismos que es solo un trabajo para salir del paso, aseguran que tan solo se trata de una solución temporal para ganar experiencia y luego montar un negocio o irse a otra empresa donde las condiciones sean mejores. Pero la realidad es otra.Teniendo dinero para quemar, normalmente aprovechan el poco tiempo que les queda libre para gastar como antídoto al sufrimiento de toda la semana. Y llega un día en el que se casan. Hombre y mujer se sienten exitosos, su futuro es brillante, y deciden comprar una casa, un automóvil, una televisión de cincuenta pulgadas, tomar vacaciones y tener hijos. Y entonces llegan más gastos. Los que querían abrir su propia empresa se ven forzados a seguir con su trabajo porque no pueden permitirse tomar el riesgo de vivir sin un sueldo. Apenas tienen dinero ahorrado pese a tener buenos sueldos pues su nivel de consumismo es directamente proporcional al de sus ganancias. Solo se han formado para hacer rico a alguien, la persona para la que trabajan. Durante su etapa académica se esforzaron para sacar las mejores notas pero no para cultivar otras facetas no menos importantes para destacarse del resto. Por ello son solo alguien más de entre cientos de miles. Los que se cambian de empresa a menudo cobran más, la rueda en la que corren es más grande, se sienten mas cómodos pero pese a cambiar de escenario, la carrera sigue siendo la misma.

El resumen es muy simple. Ellos trabajan para los dueños de sus compañías; para el gobierno, pagando sus impuestos; y para los bancos, al pagar las cuotas de su hipoteca y de sus tarjetas de crédito. Muchos son conformistas a los que no les molesta estar en tal situación pese a ser conscientes de ello. Es como a un fumador al que no le molesta seguir fumando pese a saber que no es bueno para su salud. Hay otros que ni se preguntan esto porque simplemente no se han dado cuenta de la realidad que les envuelve. Su mente esta tan perturbada por el entorno en el que han vivido que simplemente consideran lo que hacen como algo natural. Aquello para lo que nacieron y fueron programados, por la escuela, por sus padres, por su entorno. Alguien un día les dijo el camino que debían tomar y ellos decidieron obedecer sin hacerse demasiadas preguntas. Puede que para ellos esto sólo sea una visión falsa de la realidad, puede que no les diga absolutamente nada pero me gustaría al menos alguien se de cuenta que no sólo existe un camino. Y que en ocasiones tomar el sendero alternativo vale la pena.

martes, 3 de julio de 2012

Ryanair, cómo ser más listos que ellos.

El pasado fin de semana aproveché para hacer una escapada a Italia. Me decidí en último momento por la gran Ryanair aun teniendo la opción de escoger muchas otras compañías que explotaban la misma ruta. La verdad es que no fue su estupenda y colorida web lo que me decantó por ellos, ni la magnífica atención que ofrecen al cliente, tampoco fueron sus bellas azafatas alias vendedoras ambulantes de lotería, cachivaches obsoletos , tabaco sin humo, colonias, lencería para el hogar y bragafajas térmicas entre muchas otras cosas muy muy interesantes. Tampoco fue la hora y media que separa París del supuesto aeropuerto de París ( porfavor los que no sepan francés, ni se atrevan a pronunciarlo) ni la orquesta sinfónica de trompetitas que suena si por casualidad el avión llega a tiempo. Y finalmente si eso es lo que estaban pensando tampoco fue el precio. Decidi hacerlo porque estoy harto de ver como la gente se queja de Ryanair y sin embargo no dudan en seguir apostando por ellos una y otra vez.

Dicho esto, o bien la gente es tonta o bien el polifacético y carismático Michael O’leary, conocido por sugerir políticas para bajar costes tan atractivas como instaurar WC's a bordo de prepago, eliminar al copiloto y que las azafatas aterricen los aviones en caso de emergencia o que sus pasajeros vayan de pie entre otras, es un genio. Y como tenía curiosidad en descubrirlo decidí subirme a un avión de ryanair y comprobarlo. La conclusión es la que me esperaba: ryanair hace muy bien su trabajo. Ellos no ganan dinero transportando a personas sino vendiendo billetes y lo primero quizás no se les da demasiado bien pero en lo segundo tienen matrícula de honor.

La gente no es lo suficientemente lista como para darse cuenta a pesar de todo lo anterior que a la larga un pasajero de ryanair acaba pagando más como combinación de tiempo invertido, coste de billete y otros secundarios derivados de su política. Estos pasajeros se dejan cegar por suculentas ofertas que no son más que un reclamo.

Bien, como sé que seguirá habiendo mucha gente que pese a tener consciencia de todo esto seguirán comprando billetes para la familia he escrito esta entrada. Para todos ellos van estos cinco consejos (algunos me llamaran sin vergüenza, gracias), que considero pueden ser útiles para hacer que un viaje con Ryanair se convierta en una experiencia algo menos bochornosa. La clave como siempre está en diferenciarse del resto.

Antes de embarcar. Por si no lo sabéis Ryanair es una de las pocas compañías que no tiene asientos asignados, es decir, salvo que pagues un extra por ello, el primero que llega al avión es el primero que escoge sitio. Por eso en cuanto anuncian por megafonía la puerta de embarque, todo el mundo en manada se pone a hacer cola. Pero de ese modo lo único que uno gana es esperar de pie haciendo cola al menos 10 minutos delante de la puerta de embarque, es decir el tiempo entre que ésta es anunciada y que el pasaje empieza a entrar, más hasta 5 minutos en la cola que se forma en pista para acceder al avión, que dependiendo de las condiciones climatológicas puede ser un tanto fastidiosa. Yo mientras tanto sigo sentado en la sala de espera del aeropuerto leyendo cómodamente hasta que absolutamente todo el mundo ha entrado. Entonces tranquilamente me dispongo a hacerlo yo. Tiempo de espera: cero minutos.

Como bien sabéis, en Ryanair sólo te dejan subir a bordo un bulto. Esto es bastante molesto especialmente para las chicas que llevan bolso o en caso que lleves un maletín con el portátil. Lo que muchos no saben es que por ley sí que te deben dejar subir con el bulto y con cualquier otro bulto extra que hayas adquirido en el aeropuerto (si os fijáis últimamente en los duty free hay carteles que informan sobre ésto). En Ryanair lo saben y nunca te van a poner pegas si te ven con una segunda bolsa del aeropuerto. Y aquí viene mi truco. Si somos un poco hábiles y pedimos una bolsa en cualquier duty free del aeropuerto la podemos utilizar para meter en ella cualquier cosa que queramos. Una vez en la puerta nunca te van a pedir que les muestres el contenido porque es evidente que una bolsa del aeropuerto contiene algo que has comprado ahí.

El tamaño importa, el peso no tanto. Pese a que en Ryanair informan que el peso máximo de equipaje de cabina son 10 kilos la verdad es que en la mayoría de aeropuertos no controlan tanto esto. En cambio sí que es muy importante que cumpla con las medidas máximas permitidas. Si por ejemplo llevamos un palo de golf, algo ridículo en cuanto a peso y volumen no nos lo van a dejar subir a bordo puesto que la longitud excede a la máxima permitida. Pero si vemos que nuestra maleta con medidas aptas como equipaje de mano excede de peso no os preocupéis por esto.

Una vez dentro del avión. Seguramente antes habéis pensado que entrando el último me ahorro la cola pero me tengo que conformar con los sitios que hayan disponibles en ese momento, y en el caso que vaya acompañado y el avión vaya muy lleno , incluso tener que sentarme separado a mi pareja. Pues ahí va mi truco. Ryanair reserva para aquellos que han pagado un extra, las filas de emergencia más las cinco primeras filas del avión. La realidad es que casi nadie paga por este privilegio. El resultado es que normalmente suelen estar vacías. Pero por ley todos los aviones están obligados a tener al menos un pasajero por fila en las salidas de emergencia para que en caso de evacuación haya alguien que se encargue de abrir las puertas sobre las alas. Por eso si llegas el último y te diriges a una de estas filas el personal de abordo te invitará sentarte en ella. No solo has conseguido un sitio ‘vip’ entrando el último sino que además lo has hecho sin pagar ni un duro. Las ventajas de sentarse en estas filas supongo que todo el mundo las conoce…

Es probable que en algún momento del vuelo tengas sed. Si eso ocurre puedes optar por comprar un botellín de agua al módico precio de 3 euros. O en lugar de eso puedes pedir amablemente un vaso de agua. En caso de una negativa, particularmente nunca me ha pasado, siempre puedes decir que es para tomarte una pastilla o porque estas mareado. Su negocio no está en la venta de botellines de agua así que no te van a poner ninguna pega por pedirlo.


Ryanair…I hate it but I love it. Y me encanta porque pese a estar muy por debajo en cuanto a nivel de servicio respecto a otras compañías sigue siendo líder en el sector de las low cost. Sin duda alguien está haciendo muy bien su trabajo. Sin duda como modelo de negocio se merece un 10. Si sabemos como aprovecharnos de ella aun siendo la peor compañía aérea seguro que nuestro viaje será un poco más agradable…